Cargaban toda la compra en el maletero del coche junto al que Rebeca estaba sentada. Era viernes y avanzaba la tarde de aquella alegre familia hacia el fin de semana. Ella, en cambio, sonreía sin saber distinguir este día de cualquier otro. Dio un bocado de cuatro años al trozo de pan que mantenía firme con una mano mientras con la otra dirigía, hasta los ojos de los transeúntes, aquel cartel con la parte más amable de su biografía.
Ángel Gálvez