Eran las seis de la mañana y Pedro se levanto con la pereza habitual del madrugón, pero estaba contento, miró hacia el lecho y ahí estaba Lucía que aún dormía, luego miró el calendario pinchado en la puerta de la habitación y vio que era el día señalado, 25 de diciembre de 1941, ese día inauguraban una churrería en la confluencia de las calles Ramón y Cajal con Colon, entonces dijo: ” Venga Lucía mi amor, levántate que hay mucho hacer”…
Eran las seis de la mañana y Pedro se levanto como venía haciendo desde 50 años atrás, miró la cama pero Lucía no estaba, llevaba meses en el hospital aquejada de una grave enfermedad, miró el calendario y era el 24 de diciembre de 1991. De pronto sonó el teléfono:
– ¿el Sr. Pedro Martínez, por favor?
– sí, dígame….
Era del hospital, requerían su presencia, Lucía había fallecido….. Cuando Pedro salió del hospital llevaba los ojos cansados y enrojecidos de tanto llorar y un vacío inexplicable dentro de si, no supo como canalizar ese dolor y dirigió sus pasos hacia la churrería, pensó que el trabajo distraería su mente.
Pasada la media noche un borracho entró, cuando Pedro estaba dispuesto a marcharse:
– pero hombre, por Dios, que voy a cerrar y además aquí no vendemos alcohol ¿que quieres?, Anda toma estos churros que aún están calientitos, te los regalo, porque hoy celebro que mi mejor amiga está con Dios felizmente.
– gracias, buen hombre y no sufras, ya veras como mañana ves las cosas de otra manera…
Eran las seis de la mañana y Pedro se levanto de su lecho, miró a su lado y allí estaba Lucía con su cabellera rubia, durmiendo apaciblemente, se estremeció de tal manera que se levanto de un salto, miró el calendario y era el 25 de diciembre de 1941. Se fue derecho al espejo y vio que sus canas habían desaparecido y sus arrugas y ojeras brillaban por su ausencia. Volvió al calendario y observó que en el dibujo que figuraba el nacimiento de Jesús, estaba aquel borrachín de la noche anterior que al mismo tiempo que sonreía, ofrecía un presente a los padres del niño… unos churros calentitos que en sus manos todavía conservaba…